¿Cómo era morir en la Edad Media?


Si tú fueses un ciudadano de la alta Edad Media, la muerte sería una de tus principales preocupaciones.
La muerte era un acontecimiento público, a nivel gremial, corporativo, religioso, e incluso servía como escarmiento.
La muerte estaba muy próxima en los tiempos medios, el otoño del hombre medieval comenzaba a los 35 años; las pestes, las guerras, las hambres eran episodios frecuentes y a veces repetidos en cada generación. Algunos estudiosos incluso consideran que las ciudades en la Edad Media eran gigantescas fosas funerarias.
Y la Muerte era un pensamiento constante debido a cosas como:
– Costumbre de ver morir. La Muerte era un aspecto de la vida diaria mucho más presente en el Medioevo que en los países modernos. La expectativa de vida era baja, con una alta tasa de mortalidad. Los funerales y las ejecuciones eran frecuentes y públicos.
– Noción cristiana del cuerpo como un signo. El cristianismo destaca al cuerpo como objeto de veneración, tanto en su signo central, la crucifixión, como en la devoción a algunos santos.
– Desmembramiento del cuerpo. Se produce una costumbre de considerar el cuerpo separado en partes: separación en trozos del cuerpo de los mártires para multiplicar las reliquias, división del cuerpo de Cristo, en la Misa, en el enfoque en sus llagas. Devoción hacia las partes, como representantes del todo, y atracción por lo cruento.
– Dicotomía. En las manifestaciones de la cultura de lo macabro se representa al individuo vivo o con sus atributos de vida y relación social, enfrentado y contrastado con un “doble”, que es un cadáver, ya sea el de otra persona, o el suyo propio. Y este ‘doble’ ulteriormente pasa a ser considerado como la representación de la Muerte.
– Repetición y cuantificación. Este rasgo está en consonancia con otros caracteres de los ritos religiosos: periodicidad del sacrificio de la Misa, del calendario litúrgico en las diversas épocas del año, el oficio de las Horas, la repetición de oraciones para ganar indulgencia de las almas del Purgatorio, las siete obras de misericordia, los siete pecados capitales, las cinco llagas de Cristo.
– Decaimiento, conflicto y disolución de la sociedad. A medida que se empezó a considerar la imposibilidad de que el gran proyecto de la Filosofía, el intento de llegar a una síntesis de todo conocimiento y experiencia, tanto humanos como divinos, se experimentaba una declinación, el otoño de la Edad Media, que según Huizinga determinó una cultura de los extremos: violencia y sofisticación, amor por la vida (hedonismo) y temor de la muerte.
– Esperanza de una muerte y una vida ultraterrena igualitarias. Ya enunciada por moralistas romanos y desarrollada en la Edad Media. A nivel del cuerpo se manifiesta en que todos tienen que morir, a todos se les descompondrá el cuerpo y serán reducidos a cenizas.
– Cultura de culpa. Sentimiento de responsabilidad por los pecados, que dio origen a formas de automortificación a todos los niveles sociales. Como se verá, esta tendencia a la humillación se extendió incluso a las disposiciones acerca del propio cadáver después de la muerte.

– La peste negra. Epidemia que en los años 1347 al 1351 exterminó entre uno y dos tercios de la población en las zonas afectadas. Fue considerada por muchos como un castigo de los pecados.

– Énfasis en la preocupación por un Juicio Particular al que sería sometida el alma inmediatamente después de la muerte, que implicaba alternativas de premio (cielo), castigo (infierno) o una instancia de purificación (purgatorio).

Nosotros vamos a agrupar en tres grandes apartados las formas de morir más corrientes:

a)      De muerte natural: que incluye los muertos por enfermedad en edad avanzada, los recién nacidos, en las mujeres por muertes de parto.
b)      Por epidemias, pestes, guerras, levantamientos, altercados humanos.
c)       Por ajusticiamiento.
El mundo antiguo ya fuera el romano o el germánico había enterrado a sus muertos lejos de las áreas habitadas o en el campo, pero el cristianismo modificó las relaciones entre vivos y muertos, y acabó con esta segregación.
Cuando alguien moría, el difunto, en la mayoría de los casos, era velado por familiares y amigos en su propia casa, pero muchas veces era llevado a una iglesia donde después de ser lavado y amortajado, pasaba allí la noche antes del sepelio, este servicio sustituía al actual de Pompas fúnebres y muestra los lugares de mayor devoción en la ciudad.
Lo primero que encontraríamos en una ciudad medieval hasta el siglo XIX sería el cementerio junto a la parroquia o iglesia.
El destino del cadáver y su tratamiento dependen del estatus social del difunto. Los reyes, la nobleza y los altos dignatarios eran embalsamados y dentro de las iglesias sólo se podían sepultar los eclesiásticos, los grandes señores y aquellos que por su testamento o donación en vida habían pagado una sepultura en un lugar sagrado.
Exceptuando el caso de los favorecidos por la propia iglesia, que sólo requerían la autorización del obispo para ser enterrados en el cementerio parroquial, a los siervos, esclavos y miserables les estaba reservada la fosa común.